El descubrimiento de mi Sumisión

El descubrimiento de mi Sumisión

Antes solía culpar a mis parejas por ser incapaces de llevarme al éxtasis. Me engañaba con arrogancia, argumentando que no había encontrado a la persona adecuada y que en algún momento esa persona iba a llegar.

Pero, cuando esa persona llegó, cuando encontré lo que estaba esperando, y aún seguía teniendo problemas de celos, soledad, aburrimiento e incluso de orgasmos vacíos e insignificantes, me di cuenta que no podía seguir culpando a los demás.

Algo no estaba bien y necesitaba una solución, así que empecé a investigar sobre el tema.

Mis amigas no eran de mucha ayuda, la mayoría tenían demasiado pudor para hablar de fantasías o cuestionar las relaciones normales.

En términos sexuales, el miedo siempre hace que la gente se dedique a juzgar sin sentido. Y aquellas amigas que eran capaces de renunciar a su necesidad de competencia por ser las más experimentadas, o por tener el mejor novio, realmente no tenían mucha más información que yo.

Hasta que lo conocí a Él. Desde que lo vi supe que no iba a tener el mismo sexo que había tenido antes y eso me generaba mucha curiosidad.

Sin embargo, me asustaba mucho, su forma de ver las cosas me llenaba de incertidumbre. Me hacía sentir que todo era posible, pero que no había seguridad de nada. Era interesante, excitante y aterrador al mismo tiempo.

Sabía que con Él no iba a tener oportunidad ni de respirar y, aunque no tenía ni idea de qué era, había algo que me hacía temblar cuando estaba en su presencia.

Así que, un día tomé la decisión de perder el control y dejarme llevar. Traté de no pensar en nada y me lancé al vacío.

No fue nada extraño, ni extravagante y, a pesar de llevar un tiempo teniendo sexo regularmente con Él, su dominación no fue nada sexual en lo absoluto.

Su autoridad se instauró en mi mente antes que en mi cuerpo, su voluntad se manifestó en la forma cómo me mostraba que sus perspectivas podían resolver mis problemas de una forma más sana. Simplemente me brindó una alternativa mucho más placentera para vivir.

Fue imposible no dejarse Dominar de forma completa, fue imposible resistirse a su locura sobre mi cuerpo cuando me tomaba en sus brazos. Para ese entonces yo ya sabía que siempre encontraría placer al final de ese camino.

Una vez su mandato sutil llegaba a mí, imperceptible para los demás, pero todo un hechizo sobre mi razón, el mundo exterior se difuminaba. Su sola presencia bastaba para que mis rodillas perdieran fuerza y se sintieran atraídas hacia el piso. Su voz me humedecía completa, su olor encendía mis sentidos y su mirada me inspiraba un deseo insaciable.

Para cuando su autoridad se apoderaba de mi lucidez y sacudía todo a mi alrededor, mi vida entera ya se encontraba a sus pies, sin miedos, sin problemas, sin un sólo conflicto en mi cabeza.

Así, sometida, todo lo que no estaba relacionado con Él, perdía significado. Ya no me importaba lo que era o no era, lo que pensaban los demás, lo debido o lo prohibido, la cobardía o la pasividad de mis límites.

Sólo queda su mirada, sólo existe su pasión, sólo me enfoco en su placer. Libre de todo, mi imaginación vuela, mis ansiedad se calma y mis sentidos se agudizan. Me concentro, me conecto, me siento viva, soy otra persona, soy otro animal, ya no soy yo, ya soy de Él.

Cuando me entregaba me liberaba y, uno tras otro, mis orgasmos se transformaban en pruebas ineludibles de que nadie me obligaba a nada, de que mi placer lo decidía yo y de que mis decisiones estaban encaminadas a mi conveniencia.

Uno tras otro, paso a paso, su voluntad me condujo hacia las puertas de mi libertad.

Si bien había tenido orgasmos anteriormente en mi vida, esta vez fue diferente. No fue mejor, definitivamente no fue peor. Fue diferente, fue extremo. Mi vida cambió.

Su forma de tratarme, de manejarme, me hizo desconectar de todo lo que me rodeaba. Mi mente se calmó y mis sentidos se agudizaron. Todo era más intenso, como si mi cuerpo no fuera mío, como si fuera un apéndice más de Él.

A través de su intensidad sobre mis argumentos, de su caos en mi consciencia, de su violencia en mis sacrificios, yo pude conectarme con algo dentro de mí que se moría por expresarse.

Él lograba transformarme en lo que yo necesitaba para crecer y luchar por lo que realmente llenaba mi alma. Por eso fue inevitable para mí pedir más, no podía dejar de querer lo que Él ofrecía. Por primera vez pude sentir el significado de la concentración, de alcanzar mis metas y de Someterse a una disciplina.

Él me Dominó porque me hizo descubrir lo que era verdaderamente el placer.

Sin darme cuenta, me encontré en situaciones en las que tratar de soportar era lo único que me estimulaba. Poco a poco, su placer fue silenciando todos mis sentidos y la concepción del dolor se trasladó a otro plano, no dejó de existir, simplemente lo experimentaba de otra forma.

El placer ya no era mío, se sentía dentro de mí, pero no me obedecía, no atendía a mi voluntad, ni siquiera era consciente de mi existencia, sólo fluía, me usaba, transitaba a través de mí como si yo fuera una simple pieza más dentro de toda la maquinaria de sus experiencias y fantasías.

Su voluntad se fue apoderando de mí y yo lo permití, no volví a pensar, sólo me dejé llevar.

Destruyó mi cuerpo y abusó de mi mente, para obligarme a olvidar todo lo que se interponía con mi concentración. En esa circunstancia, en esa posición, cuando logras ir más allá del miedo y del dolor, lo único que queda es placer.

Comprendí que lo que necesitaba era ser sometida, que mi cuerpo lo reclamaba y mi mente lo buscaba, pero yo no había tenido la capacidad para interpretarlo adecuadamente.

¿Qué otra opción tenía? ¿Qué otra opción había allá afuera? ¿La miserable vida de “la pareja seria” y la niña buena que vive aburrida e insatisfecha?

Me convertí en una Sumisa y me entregué completamente.

Cambié a mi príncipe azul por un animal salvaje, me analicé a mi misma y logré controlar mi miedo a no defraudar a los demás, dejé de sentirme incapaz de dar placer y pude encontrar una forma más intensa de disfrutar, desde muchos ángulos y sin preocupaciones.

Ahora mis orgasmos llueven sin descanso, literalmente. Mi vida se ha tornado placentera en todos los sentidos, mucho más interesante, aprendo mucho y a diario, y he logrado descubrir la dicha en detalles que nunca antes hubiera imaginado.

Nunca pensé en disfrutar del hecho de correr para obedecer a un hombre, o en aguantar dolor, ni mucho menos en encontrar satisfacción al someterme a situaciones extremas para alcanzar mis objetivos.

Muchos aún me preguntan por qué lo hago y, aunque sé que la mayoría nunca entenderán, sólo puedo decir que una vez logras superar ese abismo que separa el miedo de la pasión, se crea una conexión extraña e inquebrantable. Ya no se trata solamente de lo que tú sientes. Tu mente queda adherida a los logros que su voluntad manifiesta y, las deliciosas consecuencias de todo eso, nublan cualquier sensación negativa que la vida pueda traer.

Es como si tu placer se multiplicara exponencialmente cada vez que Él te somete.

Tu vida se llena de tantas experiencias placenteras que no importa hacia donde pueda llevarte, tu cuerpo siempre agradecerá y tus ganas se desbordarán suplicando por su autoridad en tu mente.

No podemos luchar contra nuestra naturaleza, no podemos quedarnos en la miseria del miedo, ya no engañamos a nadie tratando de mostrar que somos felices, cuando en realidad el aburrimiento es una constante en nuestro interior. La realidad siempre sabe golpear con amargura, arrepentimiento e insatisfacción.

¿Para qué luchar contra algo que nuestro cuerpo pide y que le hace bien?

Yo elegí dejar de huir, decidí buscar la forma de disfrutar de lo que me llena y me hace sentir bien y Él me enseñó a hacerlo responsable, segura, y placenteramente, sobre todo placenteramente.

El daño físico se repara y el daño emocional se controla, pero estar alejada de mi propio placer, es mucho más atroz que cualquier humillación o sentencia que pueda recibir desde los demás. Te aseguro que todo será sanado cuando la primera gota de su placer pueda tocar tu cuerpo.

Ese remedio lo cura todo, te hace olvidar de tus miedos, de tus prejuicios y limitaciones. No te importará quién, ni cómo, ni cuándo, ni dónde, ni por qué. Vivirás sólo para explorar lo que su placer te plantea.

A partir de tu entrega empezará el verdadero florecimiento de tu sexualidad. Él construirá a su gusto lo que su perversión le inspire para tu vida y te moldeará a su voluntad hasta convertirte en una Esclava de su salvajismo. Sentirás como sus fantasías te llenan la cabeza, su violencia destruye tus límites y su autoridad te enseña a darle sentido a tu vida.

Y tú lo permitirás porque tu cuerpo y tu alma te lo exigirán. Es inevitable no dejarse absorber por la inmensidad de sensaciones que surgen cuando logras vencer tus miedos.

La Sumisión es la alternativa que permite llenar ese vacío infernal que la sociedad impone en nuestra sexualidad y en nuestra vida. Él me sacó de la ignorancia y me llevó más allá de lo que la mayoría predica, me despertó y me hizo conciente de mi animal interior, pero me obligó a controlar todos sus instintos. Él simplemente liberó mi sexualidad, le dió un propósito a mi vida, logró lo que nadie nunca antes había logrado, exteriorizó lo que llevaba adentro y encontró una forma de disfrutar de todo ese proceso.

No digo que sea así para todo el mundo, cada quien disfruta de su vida, y de su sexualidad, como mejor le convenga. De mis amigas yo soy la única que ha logrado encontrarle sentido a la Sumisión.

En mi caso, exponer mi cuerpo y mi mente a la destrucción es lo que me lleva al placer, a su placer, pero, más allá de eso, es la capacidad de explorar mi vida sin límites, lo que le da validez a lo que la Sumisión tiene para ofrecer. Su Dominación me ha permitido crecer en todos los sentidos de la existencia.

Ahora, mi único anhelo es poder sentir, día a día, su placentera tortura en cada detalle de mi existencia, porque ahora puedo ser yo misma, puedo crecer, puedo aprender. Porque si soy capaz de soportar un momento de su autoridad en mi piel, soy capaz de soportar lo que sea, y ese hecho me deja totalmente segura de que no hay nada, ni nadie, que se pueda atravesar en mi camino.

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