El perfil de un Dominante

El perfil de un Dominante

Me domina no por su poder, ni por su fuerza, me domina porque me demuestra que su camino es la ruta más placentera para contener la tormenta de insatisfacción que habita en mi interior, para poder expresarme sin miedo y para encontrar lo que de verdad le da sentido a mi vida.

Su autoridad me motiva

Me obliga a crecer, a encontrar la forma de alcanzar mis objetivos y a superar mis obstáculos. Me aleja de las ilusiones, de las ideologías y de los sesgos. Me hace concentrar en el éxtasis y en el disfrute de lo que mi sexualidad puede ofrecer.

Su control genera libertad

Sus códigos son flexibles, su autoridad es resiliente y sus objetivos miran siempre hacia lo positivo. Establece reglas únicamente para evitar que caiga en estereotipos nocivos de culturas represivas. Abusa de mí sólo para obligarme a expresar todo lo que llevo adentro.

Su salvajismo no es improvisado ni impulsivo

No importa la hora o el lugar, no importa el número o la fuerza, no importa el cómo o el por qué, la bestia implacable de la sentencia siempre permanecerá tranquila, somnolienta con los embrujos de mi paz emocional, las ofrendas de una autoestima fuerte e independiente y el placer de las experiencias positivas que nace de mi disciplina. Es cierto que es un monstruo, que puede hacer mucho daño, pero que al mismo tiempo, también tiene toda la capacidad para no perder el control y la consciencia de saber cómo usarlo.

La exclusividad sólo vive en mi obediencia

El respeto reside en mi servicio y en el valor que yo le otorgue a la voluntad por obtener su placer. No existen celos, ni posesión, ni preocupaciones con respecto a terceros. No importa con quien más pueda tener sexo, o con quien más quiera disfrutar mi vida, su dominio se impone mediante su capacidad para guiarme en la oscuridad de mi sexualidad. Es posible disfrutar de una tranquilidad emocional que brinda el sometimiento voluntario a una vida con significado.

Su maltrato se legitima con placer

Me obliga a sufrir para entender que debo asumir la responsabilidad de mis actos y mis comportamientos, violenta mi mente para cuestionar aquello que corrompe y asedia mi vulnerabilidad para mostrarme cómo controlar mis más infames miedos. Su dolor se expresa desde el esfuerzo para alcanzar mis metas, desde mi voluntad para ir más allá de la comodidad, desde su visión de sacrificio por placer.

Su disciplina sólo admite la ejecución sana

Impone esquemas de pensamiento que constriñen mis prejuicios y eliminan mis limitaciones mentales. Todo lo establece para estimular mi sexualidad y liberar mis fantasías. Encarcelada bajo su control, no existe espacio para pensar en el que dirán, en lo indebido, o en lo radical. Sometida a su yugo, incluso humillada en el dolor más insoportable, ÉL siempre logra instaurar el orden desde lo más profundo de mi esencia.

Sus castigos siempre tienen mi libertad como propósito

Corrige sin remordimiento cuando mis necesidades emocionales se reflejan de forma negativa, cuando mis impulsos consumen lo mejor de mí y me alejan de la meta y cuando mis decisiones son basadas en urgencias externas, alejadas de mis sentimientos. Castiga con una razón y porque yo se lo pido, no por juego, ni impulso, ni necesidad, sino porque yo le demuestro que es lo mejor para mi bienestar. ÉL siempre castiga para construir consecuencias positivas.

Y mientras esas sean sus condiciones, yo lucharé, cambiaré y soportaré lo que sea, por vivir al servicio de esa voluntad.

Y tú, ¿qué perfil de Amo tienes?

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