El placer es la fuente de mi obediencia

La obediencia se fundamenta en el respeto, pero el respeto sólo se manifiesta a través de la evidencia de placer. Es responsabilidad de la Sumisa identificar cuándo un Dominante no está entrenado, no es suficiente, ni capaz, o cuando la insatisfacción es un factor común. Nunca habrá límites para expresar la necesidad de obediencia, ni sometimiento, si el placer sustenta ese impulso. Tampoco se presentarán consecuencias negativas, ni conflictos, cuando se tiene seguridad de que la satisfacción se encuentra al final del camino.

Si y sólo si, únicamente y de ninguna otra forma más que de la capacidad que tenga un Dominante para producir placer, es que una Sumisa podrá alimentar la voluntad necesaria para estar siempre disponible para ser usada, maltratada, y abusada, sin importar lo que piense, o sienta, su estado de ánimo, o su condición física. Pero será el placer generado por su Amo lo que mueve su alma y enciende el motor de su obsesión.

Es un concepto muy difícil de entender para la mayoría, porque es un logro que muy pocos tienen la capacidad para alcanzar. Esa es la razón por la que muchos pseudo-dominantes mediocres crean esquemas estrictos de seguridad y prevención como el BDSM. Pero es el miedo a las consecuencias negativas, derivadas de sus propias confusiones, lo que lleva al BDSM a crear límites y restricciones que evitan explorar, llegar más allá y, precisamente todo lo contrario a sus propios principios, encontrar el placer que tanto anhelan.

No se dejen engañar por el miedo, no dejen de explorar, no renuncien a sus fantasías por miedo a la opinión de los demás. Tienen derecho a exigir lo que el cuerpo necesita y la mente ambiciona. Como Sumisas debemos ser conscientes y prepararnos para poder disfrutar de nuestra naturaleza sin límites, ni traumas, ni conflictos innecesarios. Ni el amor, ni el BDSM, ni mucho menos lo debido o lo prohibido, deben interponerse en el crecimiento o desarrollo de nuestra Sumisión.

Es responsabilidad de nosotras elegir al Dominante adecuado, al que realmente nos estimula, al que nos plantea un camino concreto hacia lo que nos hace sentir libres, plenas, satisfechas… lo que nos hace sentir mujer. Ser sumisas no significa que nos vamos a entregar al primer pendejo que aparezca, o que no nos vamos a hacer respetar cuando lo creamos necesario, tampoco tiene nada que ver con promover la violencia y los abusos. Todo lo contrario, nuestra naturaleza es una herramienta para disfrutar de lo que somos en ambientes seguros y lejos de conductas negativas. Depende de nosotras hacer las elecciones adecuadas.

Entrenen, conozcan lo que la verdadera Dominación requiere, aléjense de las confusiones absurdas del amor donde el romanticismo es lo puro y el sexo es su antagonista, o donde las dos cosas deben estar ligadas de una manera específica, para que sean aceptadas o bien vista por ustedes mismas y por los demás. Son las ilusiones de relaciones tradicionales, basadas en cubrir necesidades emocionales, lo que genera los más grandes problemas en esta sociedad. La exploración de nuestra sexualidad es la cura a todas esas estupideces derivadas de la ignorancia.

Sólo cuando, como Sumisas y mujeres, dejemos de promover las confusiones que nos limitan y reprimen, vamos a ponerle fin a los abusos sin consenso, a los conflictos traumáticos y a las relaciones tóxicas. No esperemos a que un Dominante nos solucione la vida, a que una ideología nos salve o a que una medicina nos alivie. Somos nosotras, y sólo nosotras, las únicas responsables de nuestra salud, felicidad y placer.

¡Salgamos a buscarlos!

¡Y déjense de tanta quejadera!

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